La banda que acompaña al estadounidense de origen centroamericano tuvo momentos épicos y mantuvo un nivel altísimo. Percusiones de todo tipo, teclados, vientos, cuerdas fueron los responsables de que se instalara la salsa en la tierra del candombe. Como una hermana que de visita presentó su pasión por la música, con un sonido de mucha familiaridad, en el que por momentos se podía percibir la clave candombera entrelazada.
El trío que conforma el coro, fue un show dentro del show, que invitó al movimiento y dio cátedra, contagiando al público. Desde una de las fosas, acompañaron con sus movimientos todas las canciones. Desde las otras fosas donde estaban el resto de los músicos, las notas emergieron como explosiones de pasión sobre las que el cantante apoyó su potente voz, proyectándola. Una nota aparte: su voz, intacta tras años de carrera, merito que sus seguidoras saben apreciar.
“Muevense”, la canción que da nombre al nuevo álbum del salsero, es una incorrecta utilización del verbo, que tiene como intención mandatar a que los presentes se muevan, por lo que el verbo correcto a utilizar sería “muévanse”. De todas maneras, el mensaje se entendió y muchos se pusieron pies al baile, sin que se notara alguna discrepancia al respecto de esta dislocación gramatical.
El público estuvo muy animado; muchos agitaron unos tubos de colores flúor que seguramente fueron la alegría de quien tomó la decisión de llegar al lugar para ofrecer su producto lumínico que, junto a los celulares, sumaron a una puesta de luces que ya se había planificado, fuera espectacular.
Las canciones “Valió la pena” y “Parecen viernes” se erigieron como las preferidas del público, que las coreó, mientras Anthony le daba un descanso a su voz, muy exigida durante toda la presentación. El público bailó lo justo, y el “boricua” demandó: “La salsa es para bailarla”. También cantó el clásico de José Luis Perales, “Y como es él”, desgarrador, agitando fibras de sensibilidad profundas, de amores tormentosos.