En el escenario se montó una escenografía que recreó una cocina, una mesa, sillas, detrás había colgados, sartenes, cuchillos y demás utensilios. El cocinero se sentó a la mesa y, con un libro en la mano, leyó o recordó: “hay recetas para hacer un plato y una canción, conviene conocer los frutos autóctonos y aprovechar los de estación.” Hay platos que se cocinan en un santiamén y otros en horas y horas. El tiempo de consumisión no varía mucho, unos pocos minutos. Y ahí se llega a lo realmente importante, la sobremesa. Con las canciones pasa lo mismo, lo importante es cómo se incorpora a tu devenir, cuanto perdura.
Explicó que la selección de canciones surgió por su tocabilidad en la guitarra y agradeció las precisiones a sus amigos y colegas, Martin Ibarburu, Martín Ibarra y Nacho Mateu. “Cúlpenme a mí de las nomenclaturas polémicas”, indicó y agregó, “las cosas las hago para aprender, no para enseñar y, en la pugna entre legibilidad y laberinto, me declaro neutral”.