Wos en el Velódromo

Fotografía: Jurema Torres

Crónica: Pedro González

19 de octubre de 2024

Velódromo municipal Montevideo

 

“Dale, wosito”, decían los más chicos; las chicas le gritaban: “¡Dale, guachito!”

21:08. Hay un sonido, sin pantalla, como de algo mecánico que se activa. Los celulares se preparan y los nervios colapsan. 21:09. Una guitarrista sale a escena, con los brazos en alto. La gente se prepara para la inminente llegada de Wos: nervios, verborragia. 21:10. Se apagan las luces del campo y se encienden las del escenario; comienza a sonar una batería estruendosa. 21:11. Finalmente salió Wos, con las manos por delante, y se coloca frente a un micrófono.

Cuando comenzó a cantar “Nuevas coordenadas” (primer corte del disco), se proyectó la imagen en la pantalla gigante sobre el escenario. La primera canción fue una de las más sentidas del repertorio, pero la segunda ya subió la temperatura: “Descartable”, que da nombre al disco. El compilado que trajo el rapero argentino es predominantemente depresivo, con algunas canciones que son pura adrenalina e incluso una cumbia que, paradójicamente, se titula “Melancolía”.

Filmar a los músicos es un recurso que los artistas utilizan en consonancia con la relevancia que han adquirido las redes sociales. La filmación durante el show, siguiendo a Wos constantemente, conectó con ambos mundos entre los que el artista debe fluctuar.

Unas chicas le gritaban: “¡Quedate en cuero, wosito!”. Parte del público de Wos va por ese lado, pero también había niños. Uno muy pequeño a mi lado, en los hombros de su papá, gritó muchas veces pidiendo la canción “Melancolía”, provocando risas alrededor por su insistencia. También había adultos y adolescentes, lo que constituyó un público particular y muy heterogéneo.

Llegó el turno de “Quemarás”, ft. con el Indio Solari. Este último disco del rapero argentino suma grandes colaboraciones. Además de la del líder de los Redonditos de Ricota, canta “La niebla” con la mexicana Natalia Lafourcade y “Morfeo” con Gustavo Santaolalla. Esto suena a aprobación de grandes maestros, como el caso de Mollo, que en su disco anterior, Oscuro éxtasis (2021), participó en la canción “Culpa”.

En la pantalla se vio, junto con la imagen de Wos, la letra de “Morfeo”, un acierto para apelar al público, cuyo murmullo recitaba acompañando la canción. Y finalmente habló. Wos, que hasta ese instante había pronunciado pocas palabras, preguntó: “¿Cómo está Montevideo? ¿La quieren pasar bien?”, a lo que siguió un unánime “¡Siiiiii!”

Inmediatamente sonó “Niño gordo flaco”, un ft. realizado con el talentosísimo Ca7riel, una canción que “homenajea” a la banda británica Fatboy Slim, reciclando el riff del tema noventero de la banda, “Praise You”.

El agite se empezaba a gestar y se encendieron las luces sobre el público. El rapero caminó la pasarela, quedando en medio de la gente, mirando desafiante, y comenzó a sonar la intro de “Canguro”, el primer hit, ya un clásico. El público estalló y todos cantaron lo que se ha convertido en una suerte de himno que desafía al establishment, fuertemente arraigado en la adolescencia con una visión muy lúcida de las injusticias sociales.

“No para de toser, trabajando doce horas.
Cobra dos monedas al mes pa' mantener cuatro personas.
Y no hables de meritocracia, me da gracia, no me jodas.
Que sin oportunidades, esa mierda no funciona.
Y no, no hace falta gente que labure más.
Hace falta que con menos se pueda vivir en paz.
Mándale gas, no te perdás, acordate en dónde estás.
Fíjate siempre de qué lado de la mecha te encontrás.”
(“Canguro”)

“Estimulo” propuso bajar las revoluciones, volviendo a una zona más reflexiva. Un preámbulo a otro momento esperado: los arregladores colocaron una silla y un pie de micrófono en la pasarela. Así cantaron “Arrancármelo”, con el coro del público acompañando esta oda a la resiliencia.

Se siguió con el momentazo de beat box y batería que otra vez remontó las emociones y dejó al freestyle en el lugar preciso para soltar barras, como cuando competía en el Quinto Escalón, demostrando que aún conserva el filo y atino de palabras que, como dagas, clava y escarba en el sentido de un sonido que porta contenido.

En el escenario acompañaron a Wos la guitarrista Chipi Rud, que estuvo encargada de rockearla; el tecladista Francisco Azorai; la bajista Natasha Lurcovich; y Tomás Sainz en la batería, un joven referente que, con solo 19 años, comenzó a tocar con Javier Malosetti. Particularmente, las responsables de las cuerdas recorrieron el escenario, agitaron y crearon performances junto al prodigio del freestyle argentino. Un momento épico fue el contrapunto entre el beat box de Wos y el golpe de batería que lo imitaba, logrando una mixtura épica.

Después llegó el plato fuerte: momento de freestyle, donde la esencia quedó en evidencia cuando el rapero marcó presencia con su estilo que destiló talento. Por un momento, todo se detuvo; el murmullo se contuvo para escuchar las rimas disparadas desde la tarima. Wos hizo referencia a Uruguay, residencia del tambor, que, al ser nombrado, provocó un temblor que, puedo asegurar, sin temor a equivocarme y sin que nadie se alarme, nos tocó el corazón.

Otra vez habló y dijo: “Cuando los tiempos están densos, hay que conectar con lo más sagrado. Les voy a pedir que me acompañen, loco, y si entramos con una cosa mala, una energía que no era buena y que la quieren largar, la transpiramos acá y salimos livianos”. Su gente ya estaba cautivada y, a partir de ahí, la conexión fue total. Se agachó, mirando nuevamente desafiante a los que desde abajo le devolvían una mirada expectante.

Cantó “Púrpura” y se aceleró nuevamente el pulso en el Velódromo. 22:46 anunció que cantaría la última canción. La rapeó otra vez, zambulléndose en un freestyle más afilado, adentrándose en las entrañas del canto improvisado.

“¿Quién se sube en esta balsa? ¿Quién se sube a esta comparsa? El tiquis tiquis como el Barça.
Así, la vida es un juego, me cago en Dios y en el ego.
(Coro) Estoy cambiando la piel, sobreviviendo de las cenizas de ayer, voy renaciendo.”

22:51 dejaron el escenario y la gente pidió otra: “¡No se va, wosito, no se va! ¡Una más y no jodemos más!” El público se puso intenso y volvieron a salir. Finalmente, el niño que pidió “Melancolía” toda la noche tuvo su momento, porque finalmente la cantaron. 22:56 anunciaron la última canción. Todos sabíamos que el recital llegaba a su final. Cantó “La cochería”, el Velódromo se vio envuelto en un pogo unánime tras un rockanrolazo que dejaron como despedida, mientras la luna enorme registraba con su brillante presencia una noche inolvidable.

Cuatro Cuarenta